El ministro de Economía marcó contradicciones de su rival y hubo tensos intercambios; el libertario no aprovechó la crisis del Gobierno para exponer al candidato oficialista.
En un debate crucial, que estuvo marcado por tensos intercambios y acusaciones, Sergio Massa y Javier Milei se enredaron en una discusión que desplazó a un segundo plano las propuestas de los candidatos presidenciales que competirán el domingo próximo en un balotaje que se proyecta hasta ahora imprevisible.
El debate tuvo picos de tensión, como cuando el ministro de Economía insinuó que su rival tiene desequilibrios mentales y recordó cuando fue rechazado de joven en una entrevista laboral para incorporarse al Banco Central. Massa apostó a una estrategia que le dio sus frutos al reclamarle a Milei respuestas monosilábicas sobre algunas definiciones contradictorias expresadas durante la campaña electoral. Por momentos se pareció a un cuestionario casi periodístico. Lo puso contra las cuerdas con las eventuales subas de las tarifas, la privatización de los fondos jubilatorios y hasta con la gratuidad de la educación.También con la dolarización, la propuesta estrella del libertario. Más profesional, el ministro candidato lució más preparado y con una hoja de ruta de la cual se mantuvo a rajatabla. No se salió del libreto ni siquiera cuando fue acusado de “chorro”.
Milei, más improvisado y desordenado que su rival, recuperó apenas un poco de terreno cuando hizo alguna referencia ligera a la corrupción o cuando lo emparentó a Massa con la “casta política” a la que él promete desterrar. Apeló pocas veces a la realidad para rebatir argumentos. Habló de la caída salarial, pero no hizo hincapié en la inflación de tres digitos, tampoco en la pobreza o en la inestabilidad cambiaria. También omitió extrañamente alguna mención al escándalo de espionaje ilegal a jueces que involucra al kirchnerismo. Sudado, a veces nervioso, Milei apeló a los tecnisismos y a la intuición como recursos de defensa.