Ayer, el presidente se reunió por primera vez con el subsecretario de Políticas Universitarias, revalorizado por el Gobierno por su vehemente defensa mediática. El factor ideológico. Negociaciones por el veto en el Congreso.
Hasta ayer, Alejandro Álvarez, “El Galleguito”, no había tenido nunca, en diez meses de gestión, una reunión mano a mano con Javier Milei. Apenas se conocían: habían cruzado un par de palabras al pasar en septiembre pasado, en el acto del Foro de Madrid de la ultraderecha, en el CCK. En abril, en medio de la masiva marcha que rebasó la Plaza de Mayo, la primera de un conflicto que no para de escalar, el subsecretario de Políticas Universitarias incluso puso su renuncia a disposición, rechazado por la mayoría de los rectores, como una señal de distensión.
Lo habló entonces con Santiago Caputo, el principal asesor del presidente -la relación con Sandra Pettovello no era la mejor en ese momento-: le dijo que estaba dispuesto a dar un paso al costado, a inmolarse, si eso ayudaba a descomprimir la situación.
A Álvarez, de pasado menemista, con una larga militancia universitaria en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y que se alejó del kirchnerismo en el 2013, según él, por la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán, no solo lo ratificaron por entonces en el cargo, bajo el siguiente argumento, tal como advirtió en esos días a este medio una alta fuente oficial: “Hay que cuidar a los que piensan como nosotros”. El funcionario se transformaría, además, en la nueva estrella de la militancia digital, y rentada, del ecosistema libertario.
Tanto que el propio Milei, que suele interesarse nada más por los funcionarios de las áreas que le interesan -economía, particularmente-, se encargó de revalidar ayer ese estrellato del subsecretario en un almuerzo que compartió al mediodía en las oficinas de Capital Humano junto a él y la ministra, horas después de la masiva marcha frente al Congreso, de la publicación del veto a la ley de financiamiento universitario y de que Álvarez refrendara públicamente la estrategia discursiva de la Casa Rosada. Es decir, que fue una manifestación “política”, que reunió a un grupo de dirigentes como “Cristina Kirchner, Sergio Massa, Martín Lousteau, Horacio Rodríguez Larreta y Elisa Carrió” con el único objetivo de “obstruir el plan económico del presidente”, y “en defensa de los privilegios de la dirigencia política”.
“Lo felicitó por el debate de la noche anterior”, señaló una fuente oficial que estuvo al tanto de lo que se habló en ese almuerzo de tres en referencia al debate organizado por el programa A Dos Voces, en TN, entre el subsecretario y Emiliano Yacobitti, el vicerrector de la UBA, la noche de la marcha. El funcionario le contó con tiempo su paso por el peronismo y el porqué de su alejamiento. Milei escuchó atento, por momentos divertido: según trascendió, le habló de lo que consideró en aquel momento un viraje del kirchnerismo hacia el “comunismo”.
Álvarez tuvo varios días de preparación. Llegó a los estudios de televisión casi sin voz, con un cóctel de remedios encima, un antiinflamatorio inyectable y habilitado para ir a fondo durante la poco más de una hora de debate. El funcionario había tenido algunos años atrás un programa vía streaming en un canal propio hasta que conoció “La Misa” del “Gordo Dan”, el famoso ciber militante que utiliza las redes de manera vulgar y violenta para propalar el discurso libertario y al que de hecho le prestó antes de hacerse conocido unas horas de estudio que alquilaba en Palermo. Por él y por el diputado de ultraderecha Santiago Santurio, militante anti aborto como Álvarez, fue convocado por el secretario de Educación, Carlos Torrendell.
Para Milei, la afinidad ideológica de sus funcionarios es tanto o incluso más importante en su sistema de toma de decisiones que la eficacia a la hora de gestionar. Para el presidente, Álvarez reúne ambas condiciones, a pesar de los reiterados reproches de los rectores de las universidades y de la comunidad educativa en general. Para el jefe de Estado, el ajuste en el área no es una señal de ineficiencia, más bien todo lo contrario, en línea con la premisa del equilibrio fiscal, a cualquier costo.
En medio de los reclamos salariales -el último aumento ofrecido, del 5,8%, fue rechazado por los gremios-, Infobae publicó hace algunas semanas que en los primeros siete meses del año, el Gobierno ejecutó un 31,5% menos de fondos para las 57 universidades nacionales que en el mismo período del 2023, a valores reales. Y que el proyecto de presupuesto enviado por Milei al Congreso prevé para el 2025 la mitad de los fondos reclamados por los rectores. Según explicó Yacobitti en el debate de anteanoche, solo un 0,43% del PBI.
Histriónico, sobregirado por momentos, bien preparado en la previa por sus colaboradores, Álvarez reconoció en ese intercambio televisivo que fascinó al presidente, el “sufrimiento” de los docentes y profesores en términos salariales, pero pidió airadamente por la rendición de los gastos de las universidades, un reclamo que los ciber militantes libertarios promocionaron a rabiar en las redes.
Bajo esa construcción retórica, y como si el veto no alcanzara, el Gobierno está decidido a redoblar la apuesta. Anoche, desde Casa Rosada, dejaron trascender que, en medio de la disputa presupuestaria, se avanzará con la reglamentación del arancelamiento para los extranjeros que estudien en universidades públicas.
Una decisión que debería escalar aún más el nivel de tensión mientras desde el entorno presidencial empezaron a observar con muchísima atención e inquietud el rol de Mauricio Macri, que puede ser decisivo de cara a la convocatoria a la sesión especial pedida para el miércoles próximo por la oposición y algunos aliados circunstanciales.
Ayer, el Gobierno aceleró las negociaciones con el PRO y algunos legisladores aliados para tratar de sostener el veto en el Congreso. Convocó a Casa Rosada a Cristian Ritondo, el jefe del bloque macrista en Diputados, para tantear la posición interna de esa bancada, aún indefinida y muy atomizada. “Tomaremos posición el martes, pero yo creo que aunque nosotros vayamos los 38 no tienen el número y no juntan más de 42 tipos, así que están con un problema”, aseguró por la tarde una altísima fuente de ese bloque.
Las ausencias, en ese sentido, pueden ser tan importantes como los votos.
De no poder obturar el rechazo, colaboradores presidenciales resaltaron que están dispuestos a redoblar la apuesta y no ceder un milímetro en la posición del mandatario, e incluso adelantaron que podrían acudir a la Justicia, amparados en una eventual violación a la Ley de Administración Financiera.
Por lo bajo, de todos modos, se suceden tratativas subterráneas, una constante en estos diez meses de gestión: acelerar públicamente, y negociar en privado. Una especialidad de Caputo, el asesor estrella de la Casa Rosada.
Recién vuelto de un viaje por Uruguay, Macri reunió ayer a los senadores del PRO. Según filtraron varios de ellos, el ex presidente habló de la importancia de la “educación pública” como bandera de su espacio. Y habría vuelto a manifestar su descontento por la reiteración sistemática de lo que el ex mandatario considera a esta altura un doble juego premeditado, más allá de la buena relación personal con Milei, que lo invita a comer a Olivos, anota en un cuaderno sus sugerencias y planteos que después, en los hechos, nunca se concretan.
“Un poco es así, sí. Ahora no se ven hace bastante”, remarcó anoche un integrante del entorno macrista.
En ese contexto, Macri por ahora tiene previsto esperar. Está enojado con la jugada pergeñada por Patricia Bullrich y Karina Milei en la Legislatura bonaerense, por la fusión de los diputados provinciales que le reportan a la ministra de Seguridad y que acordaron sumarse al bloque libertario. Una jugada que exasperó además a Ritondo, que tiene un proyecto en territorio provincial y que todavía no perdona cómo Bullrich echó a Vicente Ventura Barreiro, “Tito”, de Seguridad con acusaciones públicas por supuestas irregularidades en una licitación.
Los colaboradores de Macri dicen que no está de acuerdo con varios puntos de los reclamos y que no quiere quedar del lado de los dirigentes que el miércoles marcharon al Congreso, a pesar de que, por ejemplo, su amigo Daniel Angelici estuvo muy activo en el detrás de escena de la convocatoria.
Al Gobierno, esa ambigüedad por parte del ex mandatario le provoca un creciente fastidio. La decisión del bloque del PRO en torno al veto universitario podría marcar un quiebre momentáneo pero severo en la relación.
Para Macri, que está fastidiado con la gestión, es una decisión difícil. Lo transmitió ayer por la tarde una espada legislativa del PRO. “Aún no se discutió en el bloque, es probable que haya bajas y faltazos, y quizá sean suficientes para bajarles el veto. No tengo claro qué hacer. Me duele votar por el lobby de la UCR, pero hay que exigir rendición de cuentas a todos, al Ejecutivo y a las universidades. Pero creo que hay que hacer sufrir un poco al Gobierno”, subrayó.